martes, 4 de agosto de 2009

PLURALIDAD Y SENTIDO EN LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA

La filosofía, que en sí se propone aclarar los enigmas del mundo y de la vida, no puede desentenderse de sí misma, pues como saber total queda también aprisionada en el círculo de su propia curiosidad, sin embargo vemos que en cada época vuelve la mirada sobre sí misma para analizar sus posibilidades y examinarse críticamente, es decir, cada época se impone a sí misma, la obligación de mirarse en el espejo, la muestra a juicio de Pucciarelli, más confusa y agitada que otras no podía ser una excepción.

Y esta actitud, es, precisamente la que explica la proliferación de panoramas de la filosofía contemporánea, que desde comienzos del siglo XX vienen construyéndose con paciencia el occidente; sin embargo vale señalar que en la intención de sus autores, una empresa de esta índole puede responder a varias finalidades.

Así podemos ver que cada generación parece sentir la necesidad de examinar la nueva formulación de los viejos problemas y el valor de las soluciones que aspiran a reemplazar a las antiguas envejecidas y sin eficacia. Por otra parte, no hay que olvidar que la filosofía no es sólo ocupación de especialistas, al contrario, ningún hombre deja de experimentar curiosidad por las ideas de los filósofos en las medidas en que estas iluminan sus inquietudes y esperanzas y le permiten orientarse con seguridad en el diario vivir.

Así en un nivel de cultura popular, la filosofía contemporánea permite satisfacer la curiosidad del profano con intereses filosóficos cuando éste aspira a orientarse en el pensamiento de hoy y quiere saber de antemano perderse, ya en un nivel didáctico, una obra de esta categoría satisface igualmente las apetencias de estudiantes de la carrera de Humanidades que con exigencias más elevadas se interesan por integrar su propia personalidad con la filosofía.

Sin embargo vemos, además cómo una serie de interrogantes persiguen a quienes aspirar registrar todos los aspectos del pensamiento de hoy. Sobre todo, la pregunta por la existencia de una filosofía contemporánea, concebida aquí por este autor como un cuerpo de doctrina, más o menos homogéneo que recoja en su haber conceptual, los caracteres del pensar, el sentir y el obrar de la época en todos los órdenes; y que se destaque de sus predecesores históricos con una fisonomía original.

Esto sin embargo, no ha sido posible, ya que ninguna época ha dado nada equivalente y mucho menos en la nuestra y las tensiones más agudas que registra la historia. Lo que nos lleva a la convicción de que no hay una filosofía de nuestro tiempo y que ninguna de las corrientes que se disputan la primacía puede aspirar a representarlo, adecuadamente.

Así en esta parte podemos concluir; que no son las doctrinas ni los métodos los que imprimen el sello del siglo XX al pensamiento de hoy; más bien son los problemas viejos como la misma filosofía recibe hoy una modulación especial vinculada con las circunstancias en que se plantean, surgen así de las dificultades teóricas y prácticas en que se debate el hombre contemporáneo; vale decir además, que los problemas son el escenario en que se agitan todos los filósofos de hoy.

La segunda interrogante que vemos en todo este debate de la filosofía contemporánea hace referencia al comienzo temporal de la misma, aquí podemos ver por ejemplo que cuando la sucesión de los hechos o de las ideas se realiza, según un estilo monótono, sin contraste ni sobresaltos, resulta difícil practicar cortes que permitan separar épocas.

Quizás por ello, la vitalidad de la filosofía contemporánea se manifiesta a través de la pluralidad de direcciones, la novedad de su mensaje, la energía con que cada una afirma su derecho a la existencia y el ardor de las discusiones entre posiciones antagónicas.

Y a la tercera interrogante surge de las dificultades especiales de que está hecha la selección, exposición y crítica de las corrientes propiamente contemporáneas. Entre estas dificultades, tenemos por ejemplo que el historiador asiste al despliegue de un pensamiento en estado naciente, arrastrando aún las circunstancia que han hecho posible su aparición, pero a la vez no tiene la posibilidad de percibir la riqueza de implicaciones que discípulos y tratadistas se encargan de explorar.

Definitivamente; que estas y otras dificultades explican el carácter subjetivo que presentan todos los panoramas de la filosofía contemporánea y que no se suprime por el simple hecho de que los actores sean claros en los criterios de selección del material y su crítica. Ya resuelta la cuestión del límite temporal, nos quedaría por ver una cuarta interrogante; y es la de establecer normas objetivas que imponen límites ideológicos.

Aquí podemos ver que por lo anterior expuesto; una selección que aspire a ser representativa no puede recoger todas las manifestaciones en todos los niveles del pensamiento; pues hay ideas fundamentales e ideas derivadas y sólo las primeras serán las representativas.

Finalmente, con la nacionalidades y las lenguas en que este hecho la selección encontramos una quinta interrogante y ¿Qué postura adoptar ante tantos estilos intelectuales producto de la nacionalidad de sus autores?; pues si bien es cierto que la filosofía aspira a una validez universal, no es menos cierto el influjo de las tradiciones nacionales, además de la incidencia de la lengua sobre las ideas que influyen de forma decisiva sobre la mentalidad de los hombres e imprime matices especiales a su visión del mundo.

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